sábado, 18 de marzo de 2017

Los impertientes dioses de la justicia

Valencia 1 -  Sporting 1

 Hágase la justicia aunque para ello se destruya el mundo
Proverbio latino


¿Por qué no hemos podido ganar este partido, oh dioses insensibles? ¿Tanto es vuestro amor a la justicia?. Estas preguntas hicimos mirando a los cielos, nada más concluir el encuentro. Ya nos sucedió con el Celta, en casa, y también incluso con el Coruña. No se trata de que hayan sido resultados injustos. No creemos que lo hayan sido. Pero a estas alturas, y dadas las circunstancias, siempre tan importantes y tan dolorosas esta temporada para nosotros, habríamos necesitado un poco menos de justicia y un poco más de suerte. De la misma manera que no hubiese resultado en absoluto escandalosa la victoria ante el Celta, incluso ante el Coruña, encuentro en el que los delanteros fallaron un par de oportunidades clamorosas y que no habría sido tan  raro remontar, así podría haber ocurrido en Valencia. El equipo no cabe duda de que ha mejorado, aunque no tanto como para declarar injustos esos resultados. Pero con las urgencias que nos acucian, sumar de uno en uno, o no sumar nada, son pasos que nos acercan una jornada más al precipio por el que, de seguir igual, vamos a caer sin remedio... O empezamos a ganar algún partido -varios partidos-, a ganarlos como sea, o el descenso al Averno lo tenemos garantizado.

En Valencia sujetamos más o menos bien al equipo local. Nos dieron algún susto, eso sí, sobre todo al comienzo del segundo tiempo, cuando Orellana cruzó el campo a la salida de un saque de esquina a nuestro favor, solo como un héroe antiguo y loco, salvo por la sombra de Carmona, que lo persiguió y quien sabe si fue su aliento el que lo perturbó para que enviase el balón fuera. Cómo somos capaces de dejar nuestra retaguardia así de despejada es un misterio. Pero el susto mayor fue el penalti. Fruto de una pérdida de Douglas y el entusiasmo de Vesga. Cuando Cuéllar lo paró, pensamos que era una señal -los hinchas vemos señales por todas partes-, y que al fin volveríamos a ganar. 

Y así parecía que iba a ser, tras la jugada de Burgui, habilísima, y el gol de Cop, oportunísimo, como debe pedírsele a un ariete. No conseguimos una oportunidad más, pero si los dioses estaban por premiarnos, con una sería suficiente.

De verdad pensamos que el partido era nuestro. El Valencia hizo muy poco para empatar. De hecho, el gol lo metió casi sin querer. Como cuando te pegan unos niños un pelotazo en la cabeza al pasar distraído por una plaza en la que la chiquillería juega. Así le cayó la pelota a Munir. La parábola que hizo esta, rara y peregrina, nos pareció otra señal, esta evidentemente funesta. La burla de unos dioses impertinentemente justos.


www.jornadaperfecta.com


lunes, 6 de marzo de 2017

El duelo

Sporting 0 - Deportivo 1

Disculpe esta intromisión, vengo aquí en misión militar. Una lamentable razón para invadir sus habitaciones. 
Joseph Conrad, Los duelistas


Se trataba, si no de la última, de una de las últimas batallas.Y tuvimos nuestras opciones, no muchas, es cierto, pero sí claras. Sin embargo, las dejamos pasar como pasan las nubes cuando necesitamos que llueva pero no llueve. Sin hacer apenas nada, el ejército visitante entró en nuestra casa y se llevó el jarrón chino de nuestras esperanzas.

Comenzó el partido con la pelota en los pies del Coruña, y con el Sporting persiguiendo sombras. Pero había tanto miedo y prudencia por las dos partes, que nadie se atrevió a disparar. Al rato se sacudió el dominio el Sporting, se envalentonó un tanto, se acercó al área contraria. Lo mejor, una internada de Canella por la izquierda, desconocido, que dejó el balón franco a Sergio Álvarez. Lo desaprovechó este enviándolo a esas nubes secas que comentábamos al comienzo.

La cosa cambió desde el córner. Los dos primeros que sacó el Deportivo fueron una tragedia. El primero provocó un penalti, una mano inocente de Vesga. Lo paró Cuéllar con mucho mérito. Creímos que desde ahí cimentaríamos nuestra victoria. Pero no. El siguiente, botado desde la otra esquina, acabó en gol. Nadie despejó un balón que voló hasta el segundo palo, donde Mosquera solo tuvo que colocar la cabeza para que el balón tropezase con ella y se metiese en nuestra portería. No fue necesario ni que levantase los pies del suelo. Sucedía en los últimos instantes del primer tiempo.

En la segunda parte tratamos de devolver el guante, tratamos de salvarnos de una muerte que se adivina segura. Se intentaron algunas cosas. Traoré, bastante torpón durante todo el partido, falló una ocasión de esas que se dicen clamorosas. Solo ante el portero, con el balón botando, no fue capaz de conseguir el empate. Se la sacó con una mano Lux, cancerbero prodigioso. Antes había cabeceado un centro de Douglas que se le fue por poco, y Carlos Castro se había quedado también solo ante Lux, tras un pase maravilloso de Burgui. Cayó ante él, pero el árbitro no consideró que allí se hubiese cometido ninguna infracción. En fin. Se acabó el partido de la única manera que no debía terminar. Derrotados. 

Hoy la salvación se ve muy lejos. Los partidos pasan y las esperanzas menguan. 

www.efe.com


Visita la dentista

Barcelona 6 -  Sporting 1

Hemos salido del dentista y ahora que pase el siguiente.

Joaquín Caparrós, después de un 7-0 en el Camp Nou, siendo entrenador del Levante 



La diferencia es que aquí te meten los goles sin anestesia.

Aunque vi todo el partido, desde el primer minuto hasta el pitido final, yo creo que hay poco que decir. Por el dolor. El dolor te deja sin palabras. Un aficionado culé seguramente podrá contar más cosas. Uno del Sporting, como es el caso, es mejor que guarde silencio y que se encomiende a la visita del Coruña el domingo que viene. 

Su liga, la del Barça, no es de este mundo, el nuestro. Ellos viven en el Olimpo. Nuestra liga es el Hades de las agonías clasificatorias y el miedo al descenso. Nosotros somos mortales; ellos no. A lo mejor hasta remontan al PSG.


 www.goal.com





La corte de los milagros

Sporting 1 -  Celta 1

Miles de rufianes pululaban por las calles impartiendo portentos, tales como limpiar la bolsa a los ingenuos, esfumarse por arte de birlibirloque, hipnotizar a víctimas cándidas, embaucar a benditos, leer el pensamiento a panolis, convertir el oro en oropel (y viceversa), buscar primos y demás familia. 
Ricardo Cantalapiedra


Un partido de fútbol es, entre otras muchas cosas, un juego de engaños. Y en ese juego, siempre es el más pillo el que tiene las de ganar.

Vi el partido a veinte quilómetros, más o menos, de El Molinón. En un bar de mi pueblo, al lado de cuatro parroquianos, dos de ellos en la barra, de espaldas al televisor. Pensaba uno que habría más afición, pero no. De manera que lo viví en la misma soledad que cuando estoy lejos. 

A medida que iba cayendo la tarde, el bar se fue llenando. Eran gentes que iban a merendar y que miraban con poca fe al televisor. Nadie, salvo yo, lamentó el gol de trilero de Aspas. 

Fue una pena. Es posible que mereciésemos la victoria. Pero aunque jugamos con empaque, marcar un gol nos cuesta un potosí. El que hicimos se debió en gran medida a un regate malabarista de Carmona, al que le hicieron penalti. Tuvimos algunas otras oportunidades, de Burgui sobre todo, que de pronto a roto a jugar y todos los regates que antes no se le lograban los realiza ahora con facilidad, rapidez y hasta suficiencia. Como si fuese otro jugador. Algo parecido le ocurre a Amorebieta, que ha mutado en un defensa seguro, casi limpio, capaz de salir con el balón controlado y delinear pases peligrosísimos y precisos. Por ejemplo, colocó una pelota en la cabeza a Traoré que aún no se sabe cómo fue capaz este mocetón de fallar. Otro cabezazo de este hombrón se fue al poste. No jugó mal, de espaldas, aguantando la pelota, abriéndola a los costados con sentido. No es que lo hiciera muchas veces, pero sí las suficientes como para mejorar lo mostrado hasta entonces. Vesga, me parece a mí, es una de las causas de todos estos cambios. Gracias a él tenemos un jugador fiable y de cierto poderío en el centro del campo. No solo sabe presionar, sino que también se muestra competente en el manejo del balón, en el pase corto y largo. Parece un futbolista, y eso, mira que siento decirlo, en el centro del campo hasta el momento lo habíamos visto poco.

Lo natural habría sido que, estando las cosas de este modo, hubiesen concluido igual. Sin embargo, salió desde el banquillo Iago Aspas, con esa cara de gamberro, y, efectivametne, hizo una de las suyas. Aspas es un jugador diferente, y diferente fue el modo como nos birló la victoria. Como un carterista en el mercado. Ni nos enteramos. Cuando al fin nos quisimos dar cuenta de lo que nos había hecho ya teníamos que sacar de centro, que se nos iba la tarde. 

Se nos quedó cara de inocentes.


 www.abc.es





miércoles, 22 de febrero de 2017

La agonía del sportinguismo

Sporting 1 - Atlético de Madrid 4

La vida es duda, y la fe sin la duda es sólo muerte
Miguel de Unamuno

Nos sorprendió nuestro equipo. Nosotros, que nos temíamos lo peor, que apenas mantenemos un hilo de fe carcomido por las dudas, fuimos sorprendidos por unos primeros diez minutos de equipo hecho y derecho, de equipo con prestancia, con seguridad y buen gusto... De equipo con fe, impulsado por una afición creyente y comulgante, en El Molinón y lejos de El Molinón.

Sin embargo, se sabe desde antiguo que la fe es difícil de mantener, y bastó una jugada de peligro de la delantera contraria, un tiro malintencionado de Griezmann, para que comenzásemos de nuevo a dudar. Pasamos unos cuantos minutos malos.

De todas formas, allá por el minuto 21, como si el partido fuese un péndulo, volvimos a creer. El equipo apretaba con coordinación y energía, jugaba en campo contrario, forzaba un saque de esquina tras otro -ninguno con provecho, eso sí-. Meré y Amorebieta ejercían de diáconos, Vesga oficiaba y Traoré imponía su presencia apabullante de santo negro y gigantón. Tuvo este un par de oportunidades, la primera de  de nuevo gracias a un resbalón, como en Leganés Burgui, y la segunda un remate magnífico que se fue rozando el palo...

Empujaba nuestro equipo, mandón, desconocido, lleno de seguridad y vigor. Cantaba la grada del estadio. Y yo, tan lejos, con ellos. Una cosa muy pocas veces vista esta temporada. Y fue así hasta el descanso. Amén.

De pronto, volvíamos a creer. Llenos de fe, esperamos la reanudación con un brillo desacostumbrado en los ojos.

Sin embargo, casi no nos dio tiempo a darnos cuenta de que, recién comenzado el segundo tiempo, ya nos ganaban. No conozco peor herejía que que te metan un gol antes de que se haya cumplido ni un minuto. Quedamos aturdidos. Continuamos así hasta que un Burgui profético se internó por la izquierda y le puso el gol a Sergio Álvarez en la bota. Entendimos ese tanto como un mensaje de bienaventuranza. Aquello tenía que ser así, de ningún modo podía suceder que tras un primer tiempo como el que habíamos hecho se perdiese todo de tan mala manera. Un punto era seguro, tal vez los tres...

Pero comenzaron a aparecer señales inquietantes sobre el campo... Nos asaltaron las dudas existenciales... Se les veía a los centrales más pesados, menos frescos, paralizados por las dudas, y como a ellos a los centrocampistas que tan gallardos se habían comportado antes, y que ahora parecían errar por el campo sin una estrella a la que seguir... En el 79 nos marcaron el segundo, y tras él, como si de una tormenta de fuego se tratase, como si una plaga fuese, cayeron sobre nosotros otros tres goles más. Como tres rayos. Nos fulminaron. Se deshizo nuestro equipo, y con él nuestras ilusiones, como un azucarillo en el agua...

Nos queda el consuelo de pensar que el equipo que teníamos enfrente era mucho equipo, sí, pero el caso es que este resultado nos lleva de nuevo a la duda existencial, a la agonía unamuniana... ¿Podremos volver a ser el equipo del primer tiempo o todo eso no fue más que un espejismo? ¿Conseguiremos mantener la categoría o nos hundiremos en el pozo negro de la Segunda División, esto es, en la falta de fe, en el nihilismo, el sinsentido, en un mundo sin dios...? No lo sabemos, pero mientras dudemos nada será aún irremediable.


www.atleticodemadrid.com

viernes, 17 de febrero de 2017

La camiseta

Leganés 0 - Sporting 2

El guion de este partido parece escrito por los Hermanos Marx

Santiago Segurola, durante la retransmisión del mismo

Cuando ya no le queda ninguna esperanza racional, el hincha acude a la magia. De manera que, para ver este partido, decidí estrenar la camiseta del Sporting que me regalaron, estas navidades, A. y N.

La primera parte resultó deprimente, pero terminó sin que nos marcasen un gol. Tampoco nosotros lo conseguimos, y se puede decir que ni siquiera hicimos el ademán. Pero ahí estábamos, con toda la segunda parte por delante y la camiseta enfundada. Ese primer tiempo, nos pareció a nostros como un partido de 2ª B o 3ª División. El balón volaba, pájaro loco, de un sitio a otro sin que nadie fuese capaz de controlarlo, a excepción, un par de veces, de Moi, que lo bajó a la hierba y consiguió domesticarlo un ratillo. Solo él, durante este periodo, pareció un jugador de fútbol. La táctica nuestra fue la de lanzarle la pelota a Traoré, el nuevo fichaje, un bigardo de dos metros de altura. Sin embargo, no fue capaz el encumbrado muchacho de ganar ni uno solo. Viéndole el domingo pasado, confiamos más en esta camiseta nuestra.

Al comienzo del segundo tiempo, recordó el Leganés, de pronto, que aquello era un partido de 1º. Trenzó unas cuantas jugadas, consiguió algunos saques de esquina, nos metió el miedo en el cuerpo. No sabían, sin embargo, lo de mi camiseta. Y probablemente tampoco esperaban, como nosotros mismos, por Burgui. Fue salir este, y el efecto camiseta comenzó a dar sus frutos. Con la inestimable ayuda y colaboración del portero contrario, Canella marcó un gol -solo le recuerdo otro, ese bien bonito, en Alicante, ante el Hércules, hace ya muchas temporadas-. Y unos minutos más tarde, un resbalón del lateral del Leganés permitió a Burgui lanzarse directo y solo hasta el área y colocar el balón, con maestría, dentro de la portería de los madrileños. Yo lo tengo claro: el fallo clamoroso del portero, ese desgraciado desliz del defensa, la reaparición imprevista del talento de Burgui..., esas tres cosas son, sin duda, obra y milagro de mi camiseta. Porque si no fuese así, ¿cómo se podrían explicar tantos prodigios juntamente?

Naturalmente, el sábado próximo me la volveré a enfundar. En estos difíciles momentos -y después de ver todos y cada uno de los partidos de nuestro equipo- solo confío en ella.

www.lavanguardia.com

viernes, 10 de febrero de 2017

La vida amarga

Sporting 2 - Alavés 4

 La vida es una sucesión de experiencias casi todas equivocadas, ciertamente, pero de imposible escamoteo, irreversibles. Todo hubiera podido ser más amable, menos amargo, más liso...¡claro! Pero ante lo hecho, las posibilidades concebibles son una pura ilusión del espíritu.

                                                                                                                       Josep Pla, La vida amarga

¿Cuándo se empezó a joder el Sporting? Como Zavalita con el Perú, así nos preguntamos nosotros por nuestro equipo del alma. Nos hacemos esta pregunta cada vez que termina uno de los partidos de esta liga amarga. Porque amargos son los domingos, o los sábados, como amarga es la vida cuando nos acordamos de lo que le pasa a este equipo nuestro. 

Está claro que debió de ser hace ya bastante tiempo, pero tuvimos ese paréntesis gozoso de las dos temporadas en las que, sin poder fichar, jugando con los chavales de la casa, lo pasamos realmente bien. No jugaríamos como los ángeles, pero los nuestros corrían y se comían la hierba con un entusiasmo que, recordado hoy, dan ganas de echarse a llorar.

No creo que sea cosa de los entrenadores, de la plantilla actual, del capellán que entraba a rezar en el vestuario antes de cada partido. Los jugadores que se van, unos lo hacen mejor que otros: los que aquí rindieron, hoy no cuentan en sus nuevos equipos, y los que no parecían gran cosa, son pilares importantes en lejanas ligas. No sé. Con los entrenadores pasa un poco lo mismo. De manera que no sé cuándo se empezó a joder el Sporting, cuando se empezaron a hacer las cosas rematadamente mal. El caso es que el Sporting se jodió, y a conciencia. Qué envidia da ver a equipos como este Alavés que pasó por El Molinón con una suficiencia exagerada. Ganó cómo y cuándo quiso. Un equipo construido frente a un equipo en ruinas... El Alavés, el Eibar, Las Palmas, el mismísimo Leganés, tan modesto pero con cinco puntos más que no creo yo que seamos capaces de recortárselos (¡y ojalá me equivoque!). Qué envidia nos da verlos jugar, no solo mirar su cómoda situación en la tabla. ¿Por qué no sabemos hacer las cosas como las han hecho ellos? ¿Qué es lo que falta en la orilla del Piles? Yo no lo sé. Dicen que los directivos. No sería raro. Pero no lo sé. Lo único que veo, cada uno de los partidos de todas estas últimas temporadas, es cómo se desmorona un equipo, sin remisión ni remedio. Cada partido es una herida que nos abre las carnes, una desilusión mayúscula, una enorme tristeza... Jugando así, qué amarga es la vida para el hincha del Sporting...


www.asturias.eldesmarque.com

miércoles, 1 de febrero de 2017

Ateos en La Catedral

Athletic de Bilbao 2  -  Sporting 1

El agnóstico cree que es imposible saber la verdad en los asuntos que le interesan al cristianismo y otras religiones, como Dios y la vida futura. O si no imposible, al menos imposible por ahora.
 Bertrand Russell

Es el hincha un hombre de fe. Cree en su equipo como otros creen en Dios, en los extraterrestres o en la buena voluntad de quienes nos gobiernan.  Y, como buen hombre de fe, no es raro que la pierda cuando las cosas se tuercen. A veces, incluso cree y deja de creer en un mismo partido. Puede suceder que varias veces en un mismo partido. Va de la fe al ateísmo, o viceversa, como quien va de su salón a su cocina, mientras ve la tele. El domingo pasdo, los del Sporting, salvo algunos optimistas benditos e irredentos, abrazamos el ateísmo más radical. ¿Quién -nos decíamos- puede creer que este equipo vaya a salvarse del descenso al infierno de la Segunda División? En general, el hincha del Sporting se está volviendo ateo cada partido que pasa. Y si no ateo, al menos agnóstico.

El ateísmo nos asalta, crudo y radical, justo cuando el partido acaba. Cuando el árbitro pita el final, alzamos la vista al cielo, buscando a no sabemoa quién, tal vez a un centrocampista que sea capaz de conservar un balón y jugarlo con sentido, a un extremo izquierdo que rompa veloz las defensas contrarias, a una defensa hermética como un verso vanguardista, qué sé yo... Pero el silencio, retumbando, ahoga nuestra queja en el vacío inerte, como parece que le pasaba a Blas de Otero cuando buscaba a Dios, como nosotros a esos salvadores, al borde del abismo...

Luego, a medida que pasa el tiempo -los hinchas somos unos infelices, unos ingenuos irremediables-, la cosa se va atenuando, y entramos en una fase de agnosticismo. Levantamos los hombros, y no sabemos muy bien qué pensar. A lo mejor -nos decimos-, todavía hay una solución. Pasamos así la semana y, cuando llega el siguiente partido, estamos deseando recuperar esa fe, como dicen que le pasaba a Unamuno con Dios.

Lo de Bilbao fue un poco como algunos de los primeros partidos de Liga, cuando aún todo era posible. Jugamos un primer tiempo decente, digno, serio. Hasta marcamos un gol. No sé si será un espejismo, pero nos pareció el equipo mejor trabajado, con las ideas más claras. Coordinados, firmes, con la defensa bien adelantada, sin encogernos atrás... No sé. Fue la segunda mitad la que nos volvió ateos. Empujó el Bilbao, gracias sobre todo a Williams, nos robaron un balón en el medio como se le quita una piruleta a un niño, y en ese contraataque, nos marcaron el empate, bien pronto todavía... Nos descompusimos un rato, Cuéllar se lució un par de veces con paradas de un mérito enorme... Y cuando parecía que había pasado la galerna, tras intentar un par de jugadas profundas..., vino el penalti, inocente, torpón. Volvimos a perder. Volvimos al amargo descreímiento... Y ahora andamos tratando de recuperar la fe, agnósticos de nuevo, leyendo en el periódico la señal del advenimiento de esos fichajes que nos devolverán la ilusión, esperando el próximo partido, sin saber si conseguiremos salvarnos o no, encogiéndonos de hombros...


www.es.sports.yahoo.com



 



sábado, 28 de enero de 2017

El traje nuevo

Betis 0 - Sporting 0

 La elegancia consiste en olvidarse de lo que uno lleva
Yves Saint Laurent

Hasta los hinchas más pesimistas aceptan que un cambio de entrenador puede modificar el rumbo de un equipo. Como quien cambia de sastre, cambiamos de entrenador y todo el mundo piensa que la vida puede ser diferente. De pronto, a lo mejor, alcanzamos la elegancia. Por esta razón, el partido contra el Betis fue recibido con cierta expectación. 

Tardamos en recibir un susto hasta el minuto 20. Parecíamos presionar bien, más coordinados, más entusiastas, efectivamente como quien estrena traje nuevo y piensa que, al salir a la calle, todo va a ser diferente. La gente lo miarará de otra manera, con más respeto, incluso, tal vez, admirada.

Sin embargo, cada vez que el Betis metía un balón aéreo en el área de Cuéllar, no nos llegaba la camisa al cuello. Remataron un par a dos metros de nuestro portero, que en esta ocasión, se mostró sereno y hermético. Ni los dejó pasar, ni los rechazó de mala manera. Pero comenzaron a vérsenos las costuras.

Mostrábamos cierta intención de jugar el balón, como en aquellos primeros partidos de la temporada. El nuevo entrenador tiene un pedigrí alentador. Defiende el juego elaborado y creativo, el pase limpio, la labor de los centrocampistas... En Sevilla conseguimos varias veces dar tres pases seguidos. El cuarto ya no... Ese se perdía irremediablmente. Poco a poco el partido se convirtió en lo de casi siempre. Nuestro centro del campo se volvió tan mudo como acostumbra; los delanteros contrarios remataban cada balón volador; los nuestros, por el contrario, se mataban a correr sin apenas posibilidades...

En el minuto 35 Nacho Cases recibió un balón franco en el borde del área bética. El pase que dio, inocente y blando, directo a un defensa contrario, explica  a la perfección buena parte de los problemas de este equipo nuestro. En el 36, un par de jugadores del Betis se llevaron el balón entre cuatro de los nuestros, que solo pudieron decir esta falta es nuestra... Esa jugada explica la otra parte de nuestros problemas. Muchos problemas. Acabó el primer tiempo. Cero a cero. Ni justo ni injusto. Probablemente todo lo contrario. Me fui a por unos cacahuetes.

En la reanudación, comenzó el Betis a empujarnos, una y otra vez, contra las cuerdas de nuestra defensa. No tuvo grandes oportunidades, pero sin grandes alardes nos dejó sin el balón y no hizo otra cosa que rondar el gol... Nos recordó ese cuento de Cortázar, Casa tomada, en la que una familia se ve obligada a ir abandonando las habitaciones de su casa, hasta quedar encerrados en la última, al fondo de un largo pasillo. Si pasaba algo a nuestro favor, tendría que ser por un fallo del contrario. No suele pasar, estamos en la Primera División, pero en esta ocasión sucedió. La oportunidad la falló Cop, que no parece tener suerte.

De todos modos, terminó el partido con menos agobios de los que nos imaginábamos. Salió Burgui y nos dio algo de aire en un par de jugadas. Acabó el partido incluso con una falta a favor. La sacamos, eso sí, de un modo inocente e inocuo.

Rubi es un entrenador competente, de eso no hay duda. Pero a lo peor con eso no es suficiente...

www.realbetisbalompie.es


miércoles, 18 de enero de 2017

El juego de los errores ( El final de una hermosa historia)

Sporting 2 - Eibar 3

El área del Sporting es una caja de grillos

El gran Santiago Segurola, durante la retransmisión

Sucedió lo que viene sucediendo, casi desde el comienzo de la temporada, cada partido. Volvió a ocurrir, como si se tratase de una pesadilla recurrente de la que no somos capaces de escapar. El contrario jugaba, dominaba el balón como si el fútbol fuese un deporte fácil, lo llevaba donde quería, y nosotros..., nosotros como siempre, como gatos panza arriba, demostrando lo difícil que es jugar a este deporte. Lo de los goles que nos iban a meter se convirtió en una anécdota. Cuándo, cuántos o cómo, eso daba igual. Lo que estaba más que claro era que iban a suceder. Error tras error, a lo largo y ancho del campo, lo anunciaban a gritos.

Porque el domingo volvió a demostrar el nuestro que es un equipo roto, como una casa en ruinas, lleno de goteras, y con las paredes a punto de venirse abajo...

El tercer gol fue revelador. Se cayó Sergio al tratar de conducir el balón, Cuéllar rechazó el tiro del contrario a una zona peligrosa y Lillo y Amorebieta, que estaban al lado, dejaron que llegase antes, para rematar, un jugador del Eibar que, cuando todo empezó, debía de estar aún por el centro del campo...

En fin. Al margen de los jugadores -que estoy seguro de que no son tan malos como parecen-, el equipo se maneja de un modo lamentable. Ahora mismo, el Sporting parece un equipo tan roto y desarmado que a los contrarios prácticamente les basta con presentarse -y que conste aquí que el Eibar nos parece un señor conjunto-. Ni siquiera se ven obligados a esforzarse demasido para marcarnos los goles.

Da igual que un par de goles raros nos permitieran llegar al final con una diferencia esperanzadora. Todo estaba claro desde el comienzo. Y así como comenzó, así terminó.

PD. Se acabó el Sporting de los Guajes. Se va Abelardo y comienza algo que todavía no sabemos qué será pero que se nos antoja sombrío, difícil, tortuoso. Mucha suerte para el nuevo entrenador. La va a necesitar. Y nuestro agradecimiento más sincero a Abelardo y a aquel equipo que, si bien no jugaba maravillosamente, competía con un entusiasmo magnífico y enternecedor, y que nos hizo felices durante dos temporadas.

www.abc.es

lunes, 9 de enero de 2017

El juego crudo

Las Palmas 1 - Sporting 0

 Lo importante no es lo que se come, sino cómo se come.
Epicteto


Ya no sabe uno qué decir. Cada partido se parece al anterior y, probable y desgraciadamente, al que vendrá. Y cada partido de nuestro equipo, su forma de jugar, es como comerse un montón de alubias crudas.

Lo que iba a suceder lo sabíamos antes incluso de que el partido comenzase. ¿Por qué seguimos poniendo, entonces, un 2 en la quiniela? ¿Por qué continuamos, entonces, viendo los partidos, atragantándonos de esta manera? Comienza a fallarnos hasta el pensamiento mágico, tan caro al hincha y a este deporte raro.

Si no hubiese sido por Cuéllar, que estuvo todo el partido en modo portero internacional, el resultado habría sido abultado. Si no hubiese sido porque Víctor no es un especialista cabeceador, tal vez hubiésemos empatado. El fútbol permite esta clase de elucubraciones. Pero ya ni eso nos sirve.

Aparte esto, la primera jugada la hicimos en el minuto 22. Y un par más después de que nos marcasen el gol. En esta ocasión solo necesitó, el equipo contrario, una única cuchillada.

Insisto, poco hay que decir. Alabar, aparte de a Cuéllar, la labor de Cop, frustrante, y la de Víctor Rodríguez, que intentó hacer de aguador, pero siempre pareció un jugador-niño, demasiado lento, demasiado pequeño, demasiado solo, para poder cumplir su misión. Del resto, agradecerles el sudor.

Por decir algo, señalar que mientras los jugadores de Las Palmas ven el césped como el tapete de una mesa de billar, y se pasan el balón con una precisión exquisita, el Sporting, en cambio, no lo quiere ver de ninguna manera, y lo fía todo a eso que se llama juego aéreo, a los balones voladores, locos, inciertos... Los jugadores de Las Palmas juegan con fino calzado; los del Sporting parecen hacerlo con madreñas... Mientras los de Las Palmas -por retomar la metáfora del comienzo- cocinan las jugadas con sensibilidad y conocimiento, los del Sporting practican un juego crudo, primitivo, sin elaborar, sin pasar por el horno, la olla o la sartén. Del supermercado a la mesa... En el fútbol del Sporting, el centro del campo no existe. Es, esa posición, un páramo yermo y tristísimo donde solo se oyé silbar al viento... 

Así, es imposible armar un equipo. Así, es imposible alcanzar algún punto...


 www.eldiario.es