viernes, 20 de mayo de 2016

Aquí una amigo

Sporting 2 - Villarreal 0

Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero
William Shakespeare

Amistades que son ciertas nadie las puede turbar

 Miguel de Cervantes

Después de una larguísima temporada, al fin alcanzó nuestro equipo el buen puerto de la decimoséptima posición, la última que te pone a resguardo de la caída libre a la Segunda División. Estuvimos a punto, pero finalmente no nos despeñamos. Principalmente, por la vocación con la que pelearon los jugadores cada partido, por la fe del cuerpo técnico y por un afición indesmayable y entusiasta que nunca los dejó solos y también creyó posible este pequeño milagro.

También nosotros, tan lejos, que vimos el partido, y nos comimos las uñas ante el silencio que llegaba de Sevilla, y celebramos los goles, los de El Molinón y también los del Villamarín, y saltamos como locos por la habitación, como salvajes, como hace más o menos un año... Todo un año para conquistar esta alegría. Un partido tras otro para llegar a esto, una crónica tras otra para conjurar el peligro cierto de la vuelta a la tristeza. Porque, ya podemos confesarlo, empezamos este blog con la confianza supersticiosa y ridícula de que, si perseverábamos en él, y contábamos cada semana, puntualmente,  los partidos de nuestro equipo, contribuiríamos, de algún modo misterioso, a su salvación, y podríamos escribir lo que ahora estamos escribiendo: la alegría del hincha.

Y qué vamos a contar del partido sino esta alegría tan grande. Al igual que sucedió ante el Eibar o el Sevilla, lo ganó quien más necesitado estaba de ello.

Se ha hablado mucho, tras él, de las declaraciones de unos y otros, de la actitud de este o el otro equipo, pero lo cierto es que cada minuto de esta liga el Sporting quiso demostrar que se merecía estar entre los mejores. A veces quiso y no pudo, pero jamás, ni un solo minuto, dejó de intentarlo. Es eso lo que le ha salvado, y no otra cosa. De todas formas, a los maliciosos -piensa mal y te equivocarás-, deberíamos recordarles que el Villarreal también perdió su partido anterior, en casa y contra un atormentado Deportivo de La Coruña, que también necesitaba los puntos. El Villarreal lleva ya un par de semanas con la cabeza en otra cosa, distraído y destensado. El Sporting, en cambio, jugó con fiebre y entusiasmo. Lo cierto es que ha jugado así casi la totalidad de los partidos de la temporada. Así ganó varios, empató muchos, perdió bastantes. Pero nunca le vimos bajar los brazos, incluso en las jornadas más funestas -recuerdo, por ejemplo, los partidos contra el Bilbao, o el Levante en casa-. A pesar de la juventud de la plantilla, a pesar de su inexperiencia, nunca le perdió la cara a la competición, nunca flaqueó -el partido contra el Getafe, por ejemplo, en Madrid-. Podría haberlo hecho. Habría sido incluso natural. Comprensible. Pero no lo hizo. El Sporting ha sido, este curso, un grupo de irreductibles. Ese esto, y nada más, lo que le ha salvado. 

Le han ayudado, eso sí, algunas circunstancias. Lo contábamos en la crónica anterior. Las circunstancias son importantísimas. En este caso fue la situación del Villarreal y la amistad sincera que nos profesa la hinchada bética. No vi el partido del Sevilla -yo estaba lejos de El Molinón-, y las crónicas son imprecisas. En una de ellas se comentaba que el Betis jugó andando, pero que el Getafe se vio superado por la tensión y que jugó mal. Lo que decíamos antes, las circunstancias. No lo sé. El caso es que la afición bética llenó el campo y nos dio ánimos, y puede que eso ensombreciese y encogiese a los madrileños. Tampoco lo sé. Sí sé que el Getafe nos tuvo enfrente una semana antes, y que incluso con uno menos no fue capaz de derrotarnos. Y que de haber ganado al Betis habrían sido ellos los que se hubiesen salvado.

El caso es que nos quedamos en Primera. De eso se trataba. En la medida de mis posibilidades, he tratado de estar, aunque tan lejos, cerca del equipo, como un amigo leal, para apoyarlo de la única manera que podíamos hacerlo: escribiendo estas crónicas. Alguien dijo que escribir la crónica de un partido es como volver a jugarlo. Puede ser. En muchas ocasiones nos tentó la idea de cambiar alguna de las jugadas, meter algún gol con el teclado, salvar algún punto en el ordenador. Preferimos mantenernos fieles a la realidad.

Acaba la temporada y también ponemos punto y final a nuestra tarea. A veces se compara al hincha con un amante, o se habla del equipo de nuestros amores, y no debe estar mal traído, pues no es raro que los hinchas nos comportemos como gilipollas. Sin embargo, a mí me gusta más contemplar esta relación como una amistad indestructible y fraterna. Para nosotros, esta del Sporting es una amistad de la infancia. Y si la amistad es alegría y gratitud, así nos sentimos los hinchas del Sporting hoy. ¡Puxa Sporting!


www.laliga.es


martes, 10 de mayo de 2016

Las circunstancias

Getafe 1 - Sporting 1


Estamos en manos de las circunstancias. Las circunstancias, al fin, acaban por explicarlo todo. Nosotros y nuestras circunstancias. Etc., etc. Cualquiera de las frases anteriores nos habría servido como cita de esta penúltima crónica. Son lugares comunes, y como todos los lugares comunes encierran un porcentaje, mayor o menor, de verdad. Depende de las circunstancias en que se pronuncien. 

A estas alturas de la temporada, pienso que ya se puede decir. Pase lo que pase el domingo que viene, la temporada de nuestro equipo habrá sido espléndida. En semejantes circunstancias, con el peligro cierto del descenso, ningún otro equipo del campeonato podría decir lo mismo. En el caso del Sporting, sin embargo, son las circunstancias las que hacen de lo sucedido, y de lo que queda por suceder, un hecho admirable. Si nos atenemos a las circunstancias, llegar al último partido con posibilidades de mantenernos es algo ciertamente prodigiosos y, por lo tanto, digno de admiración y aplauso. Que con una plantilla tan joven e inexperta, aún sin madurar, más el castigo de la Liga Profesional, más unos dirigentes que no han demostrado ser mejores que los demás..., que con toda esta suma de particularidades el equipo siga vivo a estas alturas, resulta milagroso. El partido de Getafe fue un resumen exacto de todo esto que estamos contando. Si alguien no ha seguido la temporada del Sporting, el partido del domingo pasado fue, sin duda, un compendio exacto de todos los avatares que le han sucedido al equipo en las treinta y cinco jornadas anteriores. Y una prueba, la más perfilada, de su carácter.

El domingo, un puñado de futbolistas imberbes se enfrentó a la posibilidad cierta de despeñarse a la Segunda División en un partido contra un rival directo y fuera de casa. Esto último, todo hay que contarlo, pesó menos, pues cuatro mil hinchas los acompañaron, además de la lluvia, que también es  humana compañía y pienso yo que debe contar. A pesar de ello, lo normal habría sido que nos pasasen por encima. No fue así. Pudimos ganar, pudimos perder -es lo que tiene el fútbol, a no ser que empates, que fue lo que finalmente sucedió-, fue un partido a corazón abierto, jugado en un alambre a mil metros de altura, en un trapecio en lo más alto y sin red. El que hubiese perdido se habría ido directo a la morgue. Fue un partido sin juego pero, como no podía ser de otro modo dadas las circunstancias, entretenidísimo. Lleno de emociones. Lo seguimos con el corazón en la boca.

Y poco más deberíamos decir. Solo que al comienzo nos martirizó el Getafe desde las esquinas, con Sarabia -con ese nombre tiene que ser un gran jugador- y Pedro León tratando de buscar las costuras de nuestra defensa por ver de descoserlas. Surgió entonces Luis Hernández, imperial y ubicuo; y Cuéllar, que lo paró, esta vez, casi todo; y supieron sufrir Lora e Isma López el castigo, con la ayuda de Cases y de Sergio.

Luego, ya en el segundo tiempo, vino el saque inglés de Luis Hernández, que no ha prodigado mucho esta temporada. Pero no llegaba el Sporting, y esa era una manera tan buena como cualquier otra de colocar un balón en el área del contraria. ¡Y qué manera! Se desordenó la defensa del Getafe a causa de esa pelota caída del cielo, se convirtió su área en el patio del colegio en el recreo, el balón desquiciado de aquí para allá y todos tras él como locos... Trató de domarlo Carmona con el pecho, pero quien lo cazó, de un modo contundente y acrobático, fue el siempre abnegado Sergio Álvarez, que lo colocó en la red del Getafe como si hubiese cazado un rarísimo ejemplar de mariposa.

Saltamos como locos en el salón, nos vimo salvados, estuvimos a punto de aumentar la renta en un par de jugadas, el contrario se mostraba confuso, anonadado... Hasta que el árbitro expulsó a Cases, y nos temimos lo peor.

Lo peor habría sido perder, y eso no llegó a ocurrir, pero a partir de ese instante el asedio fue total y completo, por tierra, mar y aire -sobre todo por aquí-. No se denfendió mal nuestro equipo, hasta que apareció Scepovic. Desde el momento en el que entró al campo quedó bastante claro que nos marcaría un gol. No porque jugase especialmente bien, sino porque es, este del gol del exjugador y excompañero, un clásico del fútbol ... Efectivamente, en un ataque áreo, empató el Scepovic. Faltaban, más o menos, diez minutos. A partir de ese momento, se lanzaron los dos equipos a matar o morir, sin mirar atrás, los dos en el almabre, sin miedo. Abandonaron las trincheras a pecho descubierto. Hubo oportunidades para unos y otros, al borde del abismo los dos, bajo la lluvia y los cánticos de la hinchada del Sporting... Nos queda una bala. Las circunstancias dirán...


www.sporting.elcomercio.es





domingo, 1 de mayo de 2016

La necesidad

 Sporting 2 - Eibar 0

Por nuestra necesidad lo poco es mucho

Quevedo

Dicen las madres - sin duda la voz más autorizada sobre prácticamente cualquier asunto de la vida corriente- que es muy importante merendar, porque si no lo haces, llegas a la hora de la cena con un hambre canina, y comes demasiado, y eso, antres de acostarse, no es bueno. Bien. Pues así también en el fútbol, en el largo día de una temporada de fútbol. Conviene comenzar bien, sumando los puntos necesarios para no desfallecer en las primeras cuestas, que suelen ser las más empinadas; mantener la regularidad a mitad de temporada; sacar algunos puntos después y de este modo llegar a los últimos partidos con los deberes hechos, de tal modo que aunque no ganes a nadie, da lo mismo porque ya está el equipo salvado.

Este es el modo de vida que suelen llevar los equipos que navegan serenos en mitad de la tabla. Un buen comienzo, un regular desarrollo y un final intrascendente y aburrido. Se dan, naturalmente, algunas excepciones: equipos con pésimos principios que de pronto se transforman y terminan tan lozanos y frescos que, si por ellos fuese, la liga se prolongaría un par de meses más; y otros que, en cambio, tras unos comienzos prodigiosos, dilapidan toda su fortuna al final, como viejos aristócratas que, de viejos, gaiteros, se pulen el patrimonio familiar en el juego y las mujeres. 

Pero lo normal - la vida de los equipos olímpicos y ricos resulta otro cantar- es lo que comentábamos en el  primer párrafo. Si no consigues hacer eso, la vida será dura, tu estómago se resentirá y no dormirás bien por las noches.

Así ha sido para el Sporting. Por hacer un resumen, ahora que ya solo quedan dos partidos, desayunó sin grandes alardes, la comida fue frugal y se saltó la merienda. Por eso ha llegado al final con hambre feroz.

Solo así, a causa de este estado de necesidad, se explica la victoria del viernes. El Eibar demostró ser mejor equipo pero sin la necesidad que tenía el Sporting. Demostró el cuadro armero que quería también la cena, y compitió muy seriamente. Sin embargo, el que de verdad la necesitaba era el Sporting. Y se notó.

Se notó al comienzo, cuando cada balón recuperado lo perdía en apenas dos pases, comido por la ansiedad. Así las cosas, el Eibar movía el balón de un lado a otro con limpieza, dominando el partido y acumulando faltas a favor, cada vez más cerca del área de Cuéllar. Torpe y sin argumentos el Sporting, vimos cómo Peleteiro, un jugador de clase, se quedaba dos veces solo ante nuestro portero, que si se salvó fue por que el primer tiro le salió desmayado al talentoso delantero, y en la segunda ocasión se le adelantaba un poco la pelota y permitía a Cuéllar tapar el disparo y desviarlo a córner.

Luego trancurrieron unos minutos en los que no pasaba nada, que es cuando suelen pasar las cosas. Efectivamente, con Cases fuera de sitio en la izquierda, le filtró un pase a Jony y sacó este un centro precioso al que llegó Carmona, como la caballería en las películas del Oeste, al galope, para salvarnos a todos de las necesidad y el hambr.

Así terminó la primera parte.

Salió en la segunda el Sporting más tranquilo, si no saciado, al menos aplacados los ruidos estomacales y las angustias. Movieron piezas los entrenadores: salió Borja Bastón -un delantero lujoso- por el Eibar, y Carlos Castro por Halilovic. ¿Quién estaría acertando?, nos preguntamos, ¿Abelardo o Mendilíbar? Si miramos el resultado final, se diría que Abelardo, pero si nos fijamos en lo que ocurrió tras esas sustituciones, no está tan claro. Tras unos momentos en que volvió a no ocurrir nada, se espabiló el Eibar y Enrich lanzó un tiro venenoso. Cuéllar desvió el balón levemente, tocó en el poste de la portería y, en lugar de irse lejos de esta, se giró hacia ella y se paseó por la raya de gol como si quisiese matarnos de un infarto. Fue, no me cabe duda alguna, un pequeño milagro. Comenzó a cantar El Molinón.

Volvió nuestro equipo a perder el balón y comenzó a jugar al rugby: patadas a seguir, balones en lo más alto de la noche gijonesa, y Jony o Álex Menéndez corriendo como posesos a ver si conseguían atrapar alguno y hacer un ensayo... Y lo consiguieron, con la colaboración de un defensa que midió mal al tratar de despejar una de esas pelotas caídas del cielo. La recogió Jony, enfiló hacia los tres palos, y ensayó...

Gracias a esta jugada pudimos terminar el partido más o menos tranquilos -a pesar incluso del gol anulado al Eibar, probablemente legal-. La necesidad nos dio la victoria y la necesidad tal vez nos lleve a una cena que, contra la opinión de las madres, nos sentará maravillosamente. ¿Quién sabe?



 www.marca.com