martes, 30 de agosto de 2016

Dos momentos

Alavés 0 -  Sporting 0

La vida es un largo y gris aburrimiento en la que, de vez en cuando, se abren, brillantes, un par de momentos. Suelen durar muy poco.

Juan Requejo


Vi el partido en Úbeda. Un domingo de agosto, a esas horas, la ciudad era un espacio vacío y sofocante. Como si hubiese caído, unos momentos antes, una bomba de neutrones. Ni un alma en la calle, ni un coche, ni un sonido. Solo, cuando ya llegaba al bar donde presumía que sintonizarían el partido, en un heladería, media docena de supervivientes chupaban ensimismados, en silencio, por unas pajitas de colores, unos granizados.

El bar en el que efectivamente ya tenían la tele encendida es un bar bien bonito. Con aire acondicionado, con maderas oscuras y luces dulces y acogedoras. Se llama Casablanca y tiene las paredes llenas de retratos de actores y actrices del cine clásico americano: Marilyn, Greta Garbo, John Wayne, Marlon Brando, Ingrid Bergman... Yo me senté al lado de una pared donde lucían su mejor sonrisa Cary Grant, James Stewart y Gregory Peck.

Salvo esas presencias colgadas en blanco y negro de las paredes, y un par de camareros soñolientos, el bar estaba tan vacío como la calle. A la gente, en realidad, el fútbol le importa un pimiento. No les gusta. La inmensa mayoría solo tiene ojos para su equipo, uno de los dos grandes, y todo lo demás les resulta indiferente. A mí no. Uno es hincha acérrimo del Sporting, pero le gusta ver un partido de fútbol más que a un tonto un lápiz. Antes hasta nos parábamos en mitad de la calle si veíamos jugar a unos chiquillos. Ahora ya no porque los chiquillos ya no juegan en la calle.

Tras estas reflexiones melancólicas, me acomodé frente al televisor en el que ya se veía salir al campo de Mendizorroza a los jugadores. Hice unos cuantos gestos maniáticos para procurarnos un buen resultado y, como si se tratase de una película de densos diálogos a la que no se le puede quitar el ojo ni el oído, comencé a ver el partido.

Todas las crónicas profesionales coinciden en afirmar que fue un encuentro intenso. Eso por lo general significa que fue malo. Que fútbol hubo poco. Efectivamente, hubo más sudor que arte, pero sucedieron dos cosas que las temporadas pasadas no recuerdo haber visto. 

La primera ocurrió al comienzo. Tras unos primeros instantes de dominio local y unos cuantos disparos violentos de los jugadores del Alavés que se perdieron más o menos lejos de la portería, el Sporting nos regaló a sus aficionados unos minutos de dominio, jugadas rápidas y afiladas, varios saques de esquina y dos o tres oportunidades más o menos claras de gol. Inspirado Cuéllar, que le sacó un remate de cabeza a Deyverson, el díscolo delantero centro vitoriano; firmes los centrales -tiene muy buena pinta esa pareja de Meré y Amorebieta-; atentos los laterales, sin subir demsiado; y, sobre todo, finos, punzantes y hábiles los nuevos delanteros: Cop, Burgui y por encima, Moi y Víctor Rodríguez. Juegan rápidos, precisos y con muy malas intenciones. Una jugada fulminante por la izquierda, con regate de Víctor y tiro fallido, un cabezazo de Cop que se fue por muy poco a centro del mismo compañero, y, como fin de la pequeña fiesta, un lanzamiento desde fuera del área de Lillo, que sacó Pacheco, cancerbero local, con mucho estilo. Durante esos minutos seguimos el partido con una tranquilidad y un dulzor en la boca que hacía mucho que no sentíamos. Tal vez la suerte de nuestro equipo pase porque momentos como este sean más frecuentes y consigan sumar algún gol en el marcador. Porque luego todo volvió a lo de antes, al partido intenso.

La segunda parte comenzó y continuó igualmente intensa. Es decir, con poco que contar. Pero cuando faltaban diez minutos para el final, apareció el segundo momento importante y desacostumbrado. Durante casi cinco minutos, el Sporting se hizo con la pelota y la llevó de un sitio a otro sin que el Alavés pudiese hacer nada por recobrarla. Algo así yo tampoco recuerdo haberlo visto en el Sporting. Estaba ya en el campo Xavi Torres, que es uno de esos centrocampistas de los que uno espera cosas así...

Tampoco duró demasiado, pero como el caso del primer tiempo, tal vez prometa más días y más minutos de juego parecidos. Sería una gratísma noticia.

Al final acabó el partido con algún susto, pero salimos indemnes, que es de lo que se trata. En el Alavés me gustaron Theo, un lateral con mucho empuje, una fuerza de la naturaleza llamada Edgar y Llorente, un centrocampista dinámico e infatigable. 

Cuando salimos a la calle ya se veía a algún superviviente más por las calles...



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lunes, 22 de agosto de 2016

Contra las costumbres

Sporting 2 - Bilbao 1

No hay mal que cien años dure

Refrán


Ni tampoco veinte ni veinticinco, que eran los años que el Sporting no le ganaba al Bilbao o iniciaba la Liga con una victoria. Las cosas, tarde o temprano, se rompen, cambian, se transforman...

Fue una tarde feliz en la que el equipo mostró seis cara nuevas, ganó al fin y jugó, más o menos, como siempre. Lo decía Lampedusa, a veces las cosas deben de cambiar para que todo siga igual.

Los primeros minutos sentí cierta orfandad. Sobre todo al no ver a Jony en la banda izquierda. Un pequeño vacío. Fueron momentos de juego enrevesado y poco vistoso. El Athletic, como el curso anterior, volvía a mostrarse como un equipo adulto, hecho, con una personalidad definida. Tal vez confiado en exceso en que la ocasión acabaría por llegar y se merendarían al Sporting de un solo bocado. De hecho, bien pudo suceder así si Aduriz no se llega a resbalar en una ocasión de esas que se apellidan manifiestas, a solas frente a Cuéllar. Pero resbaló y ese tropiezo fue como un aviso de que el partido iba a tener una trama más compleja. 

Así fue. A los treinta minutos Moi recogió un balón que acertó a pasar por su banda y metió un centro al corazón del área bilbaína, por donde llegó, ágil, veloz y desapercibido, el pequeño Víctor Rodríguez, el primer fichaje de esta temporada, que cabeceó bien, con intención. El balón se fue por escasísimos centímetros. Lamiendo el poste, acostumbran a escribir, golosos, los verdaderos cronistas deportivos. Y unos pocos minutos después, el mismo pequeño jugador lanzaba una falta que corría la misma suerte, otra vez sensual, acariciando el palo. Un jugador prometedor.

Sin embargo, era todo como la temporada anterior. Nos dominaba el contrario y nosotros nos defendíamos con orden y entereza pero sin el balón. Tan solo conseguíamos, como entonces, coser alguna jugada, atrapar un par de oportunidades que mantenían encendido el fuego de la esperanza.

Aprovechamos el descanso para hacer un repaso de los nuevos jugadores. Lillo, en el lateral derecho, firme y pragmático. No sube a atacar pero Susaeta no pudo nunca con él; muy bien Amorebieta, que promete ser la defensa antiaérea del equipo; Moi y Burgui, en los costados, aparecieron poco, pero se ve que son gente fina, de buen pie; Víctor Rodríguez, tal vez el mejor, habilidoso, rápido, con buen ojo; y Cop un buen delantero que parece bien dispuesto a hartarse a correr y a pegarse con las defensas contrarias.

Comenzó el segundo tiempo con el Athletic mandón, pero todo cambió en dos saques de esquina. En el primero, a favor del Sporting, se adelantó nuestro equipo con un remate soberbio de Cop. Tanto se sabe del poderío en esta clase de jugadas de los bilbaínos que yo creo que nadie se esperaba un gol de esta naturaleza. Imprevisto y emocionante, como una fiesta sorpresa. Y pocos minutos después, el segundo córner, este a favor del Bilbao. Despejó un defensa -seguramente Amorebieta aunque ahora no lo recuerdo-, le cayó el balón en el centro a Cop, que lo controló de espaldas, lo protegió como un hábil trilero ante el acoso del defensa, se dio la vuelta y lo lanzó hacia la izqueirda, donde corría Moi. Avanzó este un poco, los metros justos, y lo pasó de nuevo al centro, donde surgió, veloz y seguro, el pequeño Víctor Rodríguez, que controló, se acercó un par de pasos al borde del área y remató como un arquitecto traza una línea en un plano: preciso y quirúrgico hasta una esquina de la portería. Fue un contraataque tan hermoso como el remate del primer gol.

Para un hincha del Sporting, marcar un gol es una grandísima alegría, de manera que dos, y en tan breve tiempo, ya se pueden imaginar. Salté y grité como pocas veces.

A parttir de ahí el Sporting se desató y cobró un penalti, que fallamos, y un tiro al largurero de Burgui. 

Pudo haber sido una goleada, pero quizá haya sido mejor así, por no encumbrarnos más de la cuenta y que luego el trastazo sea peor y más doloroso. Los hinchas, ya se sabe, estamos llenos de supesticiones y manías. porque, si se piensa bien, ¿quién puede vivir sin ellas?

La cosa se calmó, el Bilbao lo intentó todo y, para no perder las buenas costumbres, se cobró un gol raro y un poco zarrapastroso, de esos que nos suelen marcar unos cuantos cada temporada. Afortunadamente, faltaba ya poco tiempo y se llegó al final sin demasiados sobresaltos.

No sé, tal vez me equivoque, pero creo que las cosas no van a ser muy diferentes este curso. Lo pasaremos mal, incluso muy mal, pero a pesar de tantos cambios, el equipo mostró las mismas virtudes de las dos temporadas pasadas. Y eso es algo que debemos celebrar tanto como la victoria de ayer. Sobre los defectos, ¿quién se acuerda de los defectos cuando se gana?





 Fotos de Ana Sarmiento, que sí estuvo allí

PD. De los gritos racistas que se escucharon en el primer tiempo y que obligaron al árbitro a detener el partido unos minutos, ¿qué decir? Es algo más que bochornoso. Se acostumbra a hablar de esta o aquella hinchada, y se las elogia como si se tratase de una sola persona. Pero esas aficiones son la suma de personas individuales, muchas de ellas muy poco recomendables. Hace tiempo que se sabe que entre los hinchas de los equipos se esconden las gentes más despreciables, durante mucho tiempo aduladas por los clubes y los medios de comunicación. La afición del Sporting, la que acude al campo y la que no -como es el caso- no es diferente. Es un hecho gravísimo que me llena de una enorme vergüenza.



mundodeportivo.com



domingo, 21 de agosto de 2016

Una nueva temporada

La previa


Añorar el pasado es correr tras el viento.
Proverbio ruso

Recibimos esta nueva temporada con la ilusión de cuando críos y la incertidumbre del adulto escarmentado. Rara mezcla. Antes de que las cosas sucedan, pensamos, las cosas pueden ser maravillosas. Luego pasan y..., en fin, la realidad suele rebajar con agua fría nuestras expectativas. 

A las puertas de esta nueva temporada soñamos con que el Sporting juegue espléndidamente y gane la mayoría de los partidos de un modo indiscutible, sin estrecheces ni agonías. Esta fantasía está sin embargo atravesada de dudas, miedos, temores... Porque sabemos que lo más probable es que continuemos sin jugar demasiado bien y que seguramente tendremos que aceptar la derrota como una costumbre y celebrar cada victoria como el hallazgo de una piedra en medio de un camino muy difícil. 

No sé. Se han ido jugadores importantes y queridos, han llegado otros. Ya no será el equipo de los guajes. ¿Será mejor lo nuevo? ¿Quién lo puede saber?

Se dice que el Sporting es un equipo que cuida la cantera. Puede ser, pero la cantera, este año, cuando ya se ha podido fichar, va a tener mucho menos protagonismo. Con la cantera, por obligación más que pore devoción, se subió a Primera y el curso pasado se mantuvo al equipo en la categoría. Esta temporada, en cambio, el equipo va a ser más variado. Se ve que la cantera no da para más. 

Hace más de veinticinco años que no se gana al Bilbao en El Molinón y veinte que no se comienza una liga con una victoria. Si el equipo se ha cambiado tal vez puedan mudar también otras cosas. Si estuviésemos en Gijón, hoy iríamos al partido. Pero no. Seguimos, como ayer, lejos de El Molinón.