miércoles, 22 de febrero de 2017

La agonía del sportinguismo

Sporting 1 - Atlético de Madrid 4

La vida es duda, y la fe sin la duda es sólo muerte
Miguel de Unamuno

Nos sorprendió nuestro equipo. Nosotros, que nos temíamos lo peor, que apenas mantenemos un hilo de fe carcomido por las dudas, fuimos sorprendidos por unos primeros diez minutos de equipo hecho y derecho, de equipo con prestancia, con seguridad y buen gusto... De equipo con fe, impulsado por una afición creyente y comulgante, en El Molinón y lejos de El Molinón.

Sin embargo, se sabe desde antiguo que la fe es difícil de mantener, y bastó una jugada de peligro de la delantera contraria, un tiro malintencionado de Griezmann, para que comenzásemos de nuevo a dudar. Pasamos unos cuantos minutos malos.

De todas formas, allá por el minuto 21, como si el partido fuese un péndulo, volvimos a creer. El equipo apretaba con coordinación y energía, jugaba en campo contrario, forzaba un saque de esquina tras otro -ninguno con provecho, eso sí-. Meré y Amorebieta ejercían de diáconos, Vesga oficiaba y Traoré imponía su presencia apabullante de santo negro y gigantón. Tuvo este un par de oportunidades, la primera de  de nuevo gracias a un resbalón, como en Leganés Burgui, y la segunda un remate magnífico que se fue rozando el palo...

Empujaba nuestro equipo, mandón, desconocido, lleno de seguridad y vigor. Cantaba la grada del estadio. Y yo, tan lejos, con ellos. Una cosa muy pocas veces vista esta temporada. Y fue así hasta el descanso. Amén.

De pronto, volvíamos a creer. Llenos de fe, esperamos la reanudación con un brillo desacostumbrado en los ojos.

Sin embargo, casi no nos dio tiempo a darnos cuenta de que, recién comenzado el segundo tiempo, ya nos ganaban. No conozco peor herejía que que te metan un gol antes de que se haya cumplido ni un minuto. Quedamos aturdidos. Continuamos así hasta que un Burgui profético se internó por la izquierda y le puso el gol a Sergio Álvarez en la bota. Entendimos ese tanto como un mensaje de bienaventuranza. Aquello tenía que ser así, de ningún modo podía suceder que tras un primer tiempo como el que habíamos hecho se perdiese todo de tan mala manera. Un punto era seguro, tal vez los tres...

Pero comenzaron a aparecer señales inquietantes sobre el campo... Nos asaltaron las dudas existenciales... Se les veía a los centrales más pesados, menos frescos, paralizados por las dudas, y como a ellos a los centrocampistas que tan gallardos se habían comportado antes, y que ahora parecían errar por el campo sin una estrella a la que seguir... En el 79 nos marcaron el segundo, y tras él, como si de una tormenta de fuego se tratase, como si una plaga fuese, cayeron sobre nosotros otros tres goles más. Como tres rayos. Nos fulminaron. Se deshizo nuestro equipo, y con él nuestras ilusiones, como un azucarillo en el agua...

Nos queda el consuelo de pensar que el equipo que teníamos enfrente era mucho equipo, sí, pero el caso es que este resultado nos lleva de nuevo a la duda existencial, a la agonía unamuniana... ¿Podremos volver a ser el equipo del primer tiempo o todo eso no fue más que un espejismo? ¿Conseguiremos mantener la categoría o nos hundiremos en el pozo negro de la Segunda División, esto es, en la falta de fe, en el nihilismo, el sinsentido, en un mundo sin dios...? No lo sabemos, pero mientras dudemos nada será aún irremediable.


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