lunes, 6 de marzo de 2017

La corte de los milagros

Sporting 1 -  Celta 1

Miles de rufianes pululaban por las calles impartiendo portentos, tales como limpiar la bolsa a los ingenuos, esfumarse por arte de birlibirloque, hipnotizar a víctimas cándidas, embaucar a benditos, leer el pensamiento a panolis, convertir el oro en oropel (y viceversa), buscar primos y demás familia. 
Ricardo Cantalapiedra


Un partido de fútbol es, entre otras muchas cosas, un juego de engaños. Y en ese juego, siempre es el más pillo el que tiene las de ganar.

Vi el partido a veinte quilómetros, más o menos, de El Molinón. En un bar de mi pueblo, al lado de cuatro parroquianos, dos de ellos en la barra, de espaldas al televisor. Pensaba uno que habría más afición, pero no. De manera que lo viví en la misma soledad que cuando estoy lejos. 

A medida que iba cayendo la tarde, el bar se fue llenando. Eran gentes que iban a merendar y que miraban con poca fe al televisor. Nadie, salvo yo, lamentó el gol de trilero de Aspas. 

Fue una pena. Es posible que mereciésemos la victoria. Pero aunque jugamos con empaque, marcar un gol nos cuesta un potosí. El que hicimos se debió en gran medida a un regate malabarista de Carmona, al que le hicieron penalti. Tuvimos algunas otras oportunidades, de Burgui sobre todo, que de pronto a roto a jugar y todos los regates que antes no se le lograban los realiza ahora con facilidad, rapidez y hasta suficiencia. Como si fuese otro jugador. Algo parecido le ocurre a Amorebieta, que ha mutado en un defensa seguro, casi limpio, capaz de salir con el balón controlado y delinear pases peligrosísimos y precisos. Por ejemplo, colocó una pelota en la cabeza a Traoré que aún no se sabe cómo fue capaz este mocetón de fallar. Otro cabezazo de este hombrón se fue al poste. No jugó mal, de espaldas, aguantando la pelota, abriéndola a los costados con sentido. No es que lo hiciera muchas veces, pero sí las suficientes como para mejorar lo mostrado hasta entonces. Vesga, me parece a mí, es una de las causas de todos estos cambios. Gracias a él tenemos un jugador fiable y de cierto poderío en el centro del campo. No solo sabe presionar, sino que también se muestra competente en el manejo del balón, en el pase corto y largo. Parece un futbolista, y eso, mira que siento decirlo, en el centro del campo hasta el momento lo habíamos visto poco.

Lo natural habría sido que, estando las cosas de este modo, hubiesen concluido igual. Sin embargo, salió desde el banquillo Iago Aspas, con esa cara de gamberro, y, efectivametne, hizo una de las suyas. Aspas es un jugador diferente, y diferente fue el modo como nos birló la victoria. Como un carterista en el mercado. Ni nos enteramos. Cuando al fin nos quisimos dar cuenta de lo que nos había hecho ya teníamos que sacar de centro, que se nos iba la tarde. 

Se nos quedó cara de inocentes.


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