domingo, 18 de diciembre de 2016

Con pena, sin enfado

Sporting 1 - Villarreal 3

Fuimos jóvenes, no hace tanto desde aquello. / Fuimos jóvenes, nos zampábamos la vida / orgullosos, confiados. / Nos creíamos destinados a un futuro tan magnífico / y a traición la vida pronto fue poniendo en su lugar las pueriles fantasías ...

Javier de Torres y El Trío Sentimiento, Fuimos jóvenes, del disco Dow Jones no es un cantante



Cuando el equipo de uno anda como anda este Sporting nuestro, por muy hinchas que seamos, el fútbol debe convertirse en algo sin la menor importancia. Por nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Debemos contemplar ese deporte con piedad y escepticismo. Pensar que lo normal en esta vida es lo que acostumbra a hacer nuestro equipo con regularidad centroeuropea: perder. Que lo normal es ser pobres, y que por lo tanto estamos, los aficionados del Sporting, mucho más cerca de la realidad que los que siguen a un Madrid, un Barça o, incluso, un Villarreal, equipos todos ellos de un lujo inalcanzable para la mayoría de la gente, con unos jugadores inverosímiles como, por ejemplo, Pato.

La derrota de este sábado era, visto el partido, inevitable. Sin haberlo visto, antes de que comenzase, en el fútbol a los pobres se nos permite el lujo de soñar, de ilusionarnos un rato. Normalmente sin fundamento alguno. Porque luego empieza todo y llegan, puntuales y antipáticos, el desengaño, el desconsuelo, la realidad.

El sistema, en estos casos, tampoco importa gran cosa. Si el que se tiene enfrente es un conjunto con centrocampistas como Bruno o Trigueros, y con un delantero como ese que queda dicho, las ilusiones suelen resultar todas vanas. 

Jugó el Villarreal como y cuando quiso, regulando sus esfuerzos y atacando con una agudeza terrible cada vez que veía el área de Cuéllar cerca. Nos metieron tres goles, pero bien pudieron ser media docena. 

Nosotros jugamos, o intentamos jugar, como lo que somos: un equipo pobre, digno, esforzado, pero con casi nada para hacerlo. Fuimos, como tantas otras veces, un equipo frágil y mudo. Sacamos, eso sí, un montón de saques de esquina, con el mismo resultado que si no hubiésemos tirado ninguno. Un argumento más para negar el valor de las estadísticas, que no suelen servir, como en este caso, para nada. 

Ha jugado mal muchos partidos este Sporting nuestro, la mayoría. Pero ayer no. Ayer no jugó ni bien ni mal. No pudo, frente al equipo que se nos plantó enfrente, hacer nada. Fue un ejercicio de incapacidad manifiesta. Y el gol que metimos, solamente una carambola curiosa. Como un lunar con la forma exacta de Yoknapatawpha que le salió al partido al final.

La realidad, como todo el mundo sabe, la dicta el marcador. Todo lo demás es ruido y zarandajas. El de ayer fue contundente y piadoso. Entre este Villarreal de hoy y nuestro Sporting de hoy, media un abismo. Y no hay más remedio que reconocerlo, con pena, sin enfado. Y convencerse de que la vida son muchas otras cosas...

Sin embargo, de vez en cuando nos hacemos la pregunta: ¿por qué nos pasa esto? Yo creo que no lo sabe nadie, aunque circulen por ahí un montón de teorías. ¿Es culpa del entrenador? ¿De los jugadores? ¿Del director técnico? ¿De la junta directiva?  Yo no lo sé. No tengo ni idea. Lo único que sí puedo decir es que tengo para mí que todo se jodió, como se jodió el Perú de Zavalita, cuando nos dejaron fichar. Cuando éramos un equipo joven e indocumentado -aquel Sporting de los guajes-, entonces todo era muy diferente. Por eso pienso que nunca deberíamos haber abandonado ese camino. Aunque nos llevara al mismo sitio en el que nos encontramos hoy. Porque aunque estuviésemos en el mismo lugar en la clasificación, con los mismos míseros puntos, no sería lo mismo.


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