Sporting 1 - Real Sociedad 3
Se veia venir desde hace ya semanas. A poco que nos enfrentásemos a un equipo serio y bien hecho, nos vendríamos abajo de la manera más lamentable. La verdad evidente asoma ya su rostro de un modo descarnado. Ahora parace, copiando al poeta, que para el Sporitng, envejecer, morir, ya son el único argumento de la obra. Se fueron la mayoría de los guajes (juventud, divino tesoro), vinieron otros jugadores, más expertos, nos dijeron, y mejores, deslizaron, pero el equipo es incapaz de hacer una jugada.
Bueno, para ser justos, hizo un par, después del primer gol donostiarra. No sé cómo, nos metimos en su campo y logramos hilvanar un par de pases. Hicimos una jugada aparente. Metimos un gol. Empatamos. Tal vez, soñamos, la segunda parte sería otra cosa. Tal vez, nos dijimos, nos queden aún algunos rescoldos de aquellos impulsos juveniles.Ilusiones vanas.
La segunda, como la primera, fue, como debe de ser la vejez, un ejercicio de humillación permanente. Frente a un equipo de jugadores elegantes, dinámicos y capaces, nosotros mostramos el catálogo de la incompetencia más absoluta. Frente a los dos goles que nos marcaron, nosotros no conseguimos sumar ni una oportunidad. Lo que la Real Sociedad interpretaba con soltura y facilidad, era para nuestro equipo un esfuerzo supremo.
Solo Meré se podría salvar de la quema. Él, sí, es muy joven. No solo defendió sino que, a falta de centrocampistas -es evidente que no tenemos ni uno-, salió cada vez que pudo hasta esa zona del campo, por ver de llevar algo de aire a los delanteros, que son, en este equipo nuestro, unos huérfanos desconsolados. Pero uno contra once es, sin duda, lucha muy desigual.
Hoy, el Sporting es un equipo esclerótico y enfermo, un equipo envejecido y sin ilusiones. Y ya no parece haber la más mínima esperanza.
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