domingo, 11 de septiembre de 2016

Del sentimiento trágico de la liga

Sporting 2 - Leganés 1

El hombre es tanto más hombre, esto es, tanto más divino, cuanto más capacidad para el sufrimiento, o mejor dicho, para la congoja, tiene.

Miguel de Unamuno 

Lo decíamos en la entrada anterior y debemos repetirlo ahora: a la gente no le gusta el fútbol. En absoluto.  

Salí de casa rumbo a mi bar favorito, entre la esperanza y el miedo, a ver el partido, y me encontré con que aún estaban abriendo, limpiando las mesas y con las televisiones apagadas. Por la Feria, me dijeron. Que habían terminado muy entrada la madrugada y todavía no estaban preparados. Maldije la Feria y me fui de nuevo a la calle. Me encontré la misma escena en tres o cuatro sitios más. Iba ya desesperado. Cagándome en la Feria y en sus festejantes y en toda esa gente que asegura que le gusta este deporte y sin embargo tan solo sienten interés por la victoria de unos equipos que ganan prácticamente cada partido. Hinchas de unos conjuntos que se parecen más a una boutique de productos de lujo que a un verdadero equipo de fútbol. Adictos a la victoria. Yonquis de los goles, los campeonatos, los récords, los balones de oro, pero sin el más mínimo interés por este deporte. ¿Cómo es posible que nadie quiera ver, un mediodía dominical, un Sporting-Leganés?, me preguntaba mientras iba tropezándome con decenas de manchegos y manchegas, de todos los tamaños y todas las edades, ataviados con el traje regional y ramos de flores entre los brazos. Iban en dirección a la Feria. Finalmente, encontré un pequeño tugurio medio vacío donde tenían sintonizado un canal de vídeos musicales. Se mostraron muy amables, tal vez se dieran cuenta de mi desesperación, y cambiaron de canal, al del partido.

Sosegueme un tanto. Pedí un café. El partido comenzó trabado pero poco a poco el Sporting comenzó a jugar bien, incluso muy bien. Marcó un gol, gracias a una jugada limpia y a un fallo monumental de Mantovani, un central que trata de vencer a los delanteros despistándolos con un pelo teñido de un azul rarísmo. La jugada la dibujaron Moi y Lillo por la derecha. Se me fueron disipando mis cóleras. Si la gente prefería pasar la mañana subiéndole flores al camarín de la Virgen, allá ellos. No podía el Leganés con los nuestros, que se mostraban firmes, dominadores, agudos, finos. Llegó un segundo gol, tras otra buena jugada, esta vez por la izquierda, entre Burgui y Víctor Rodríguez, al que hiceron penalti. Lo lanzó, estupendamente, Cop. Me puse del mejor humor. No solo ganábamos por dos goles, sino que las sensaciones eran inmejorables. Del Leganés no había noticia alguna. Al acabar la primera parte éramos unos seres benéficos, preñados de bonísimos sentimientos. Llenos de esperanza.

Durante el descanso dimos en reflexionar y fantasear un poco. El equipo es, este años, mejor. Sin duda. La defensa firme, el centro del campo jugón, la delantera peligrosa y con gol. Los nuevos parecen todos estupendos. Bien Babin, brillante y veloz Burgui, trabajador y con olfato Cop, magníficos Moi y Víctor Rodríguez. Parece conservar el equipo el espíritu de las temporadas anteriores y además una calidad que nos faltaba. Hacía tiempo que no pasábamos un partido más plácido. Contra el Athletic también vivimos veinte minutos parecidos, y algunos más en Vitoria... Tal vez sea esta una temporada feliz, nos decíamos.

Pues no.

Comenzó la segunda parte y salieron los nuestros con la indolencia de quien se sabe ganador. Creció el Leganés, que dio uno de esos estirones que dan los hijos de los vecinos cuando llegan a la adolescencia y te sorprenden un día en el ascensor, irreconocibles y llenos de acné. Se hicieron con el balón como si se lo hubiese regalado su padre por Reyes y se lanzaron a por nuestros defensas con muy mala intención. Marcaron un gol a falta de media hora para el final y ya todo fue miedo y congoja. Nos volvimos trágicos y nos pusimos en lo peor. Todo anunciaba el desastre, el empate, quién sabe si incluso la mortal derrota. Faltas laterales, saques de esquina hasta el mismo final, rechaces de infarto... Nos acordamos de toda la filosofía existencial, de Kierkegaard, de Cioran, de Unamuno, de Sartre, de mi suegra -"La vida es una mierda" es uno de sus aforismos más célebres- y les dimos la razón... Lo pasamos fatal. Tan mal que ni siquiera el final y la certeza de la victoria nos tranquilizó. Salimos del bar muertos de miedo, pensando, con don Miguel, que "la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción". Donde dice vida póngase fútbol, y también será verdad.


www.realsporting.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario