lunes, 2 de noviembre de 2015

La coctelera

Sporting 1 - Málaga 0

La única manera de evitar la resaca es continuar borracho
Dean Martin

Casi todos los partidos del Sporting se parecen. En realidad, el Sporting juega cada semana el mismo partido. Como un cóctel cuyos ingredientes sabemos de memoria. El cóctel del fin de semana -con la extravagancia de algún lunes-: mucho entusiasmo, un gol temprano, defensa al borde del área propia, dominio y empate del equipo contrario. Picante y alegre en el paladar, áspero cuando comienza a deslizarse por la garganta, y ardoroso y agrio al desembocar en el estómago. Así la mayoría de los partidos que apuramos, devotos, en el caliz de la televisión.

Esta vez nos volvimos a quedar en casa. Las tardes de los domingos pueden resultar venenosas. La idea de tomarme esa copa en un bar, solo y rodeado de desconocidos, me deprimió. Me quedé en casa. Allí también sigo los partidos solo, pero al menos en la habitación de al lado está la familia. Está allí, aunque no me hace ni caso. Cuando el fútbol, me hacen más caso y compañía los camareros de los bares. Al menos, cuando les pido una cerveza, me escuchan y me la sirven. En casa, en cambio, cuando les digo que me encierro a ver al Sporting, me miran con pena, y no dicen nada, cada uno en sus afanes. 

El cóctel de este domingo, el partido de esta semana, comenzó como siempre. La alegre muchachada sportinguista lo intentaba todo con entusiasmo, aunque con escasa fortuna, y lo mismo le pasaba al Málaga. Esta vez tardó algo más en llegar, pero también en esta ocasión fue nuestro equipo el que marcó primero. Halilovic -qué fenómeno de jugador-, abrió el balón hacia la banda izquierda, donde Jony tocó la pelota a Sergio, que lo dobló con fe y realizó un pase hacia atrás. Fue uno de eso pases canallas y desconcertantes que dejan a la defensa descolocada y palideciendo en el punto de penalti. Entonces apareció quien había abierto la jugada, el joven y angelical Halilovic, que no pudo golpear con más tino el balón. Abajo, a la izquierda, fuerte, colocado y con rosca. Un primer gol que nos supo a gloria. 

Este primer sorbo suele provocarnos fantasías delirantes. Nos embriaga de tal modo que comenzamos a imaginarnos que tras él vendrán, como salidos del cuerno de la abundancia, otros goles, y que por una vez tendremos una tarde báquica y tranquila, borrachos de goles. Pero no. Lo que ocurre a continuación suele ser algo muy parecido a una resaca. El Sporting recula y se pone a defender al borde del área, como si esa línea fuese una trinchera. Se parece, en esos momentos, a un equipo de balonmano. La pelota queda entonces a merced del equipo contrario, que comienza a llevarla de un lado a otro, hasta que nos da un susto o directamente nos mete un gol. O más de uno -Betis, Granada-. En esos momentos, el Sporting se convierte en los ingredientes del cóctel y su contrincante, en un bárman habilidoso. Agitan a nuestro equipo arriba y abajo, a la izquierda y a la derecha, que es una lástima.

Así parecía que iba a ser, una vez más, este domingo. Sin embargo, en esta ocasión se modificó la fórmula. La defensa se mantuvo más o menos firme, el portero en su lugar y Halilovic decidió añadirle a todo eso unas gotas de su fútbol espumoso. El Málaga atacaba, sí, pero el Sporting decidió continuar bebiendo las jugadas escanciadas por el joven croata. Montó, con la ayuda de Fraile, unos cuantos contraataques que bien podrían haber hecho realidad esa fantasía nuestra de una goleada. Habría sido injusto, desde luego, pero no raro, que el partido hubiese finalizado con un 3-0.

Fue el momento de Halilovic, el jugador que sube los grados de un equipo esforzado y valiente. De momento, más que hacer mejor a su equipo y el nuestro, Halilovic se lo subió a sus espaldas y se fue con él a cuestas en busca de la portería contraria. Como quien va de romería. Dos balones al larguero y varios regates y carreras con el balón pegado a su bota, consiguieron convertir el final del partido no en la agonía que nos temíamos, sino en una espicha feliz donde corría la sidra. Y nosotros, con él, borrachos de alegría. 


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