miércoles, 21 de octubre de 2015

Una voluntad enérgica

Sporting 3 - Granada 3

Cuando uno quiere, siempre puede

Novalis y también mi padre

Ellos pueden porque piensan que pueden  

Virgilio

El porvenir de un hombre no está en las estrellas, sino en la voluntad

Shakespeare

Una voluntad enérgica encuentra tiempo o lo crea

William E. Channing

Y podríamos seguir poniendo citas, porque de la voluntad se han escrito todo tipo de frases. Por ejemplo, Balzac, que tan bien conocía el alma de las gentes, dejó dicho que "la voluntad puede y debe ser un motivo de orgullo mucho más que el talento", que fue más o menos lo que comentó David Moyes, el entrenador de la Real Sociedad, cuando se enfrentó al Sporting. A lo mejor no tienen mucho talento, vino a decir el inglés, pero tienen otras cosas que les van a dar puntos. 

El triunfo de la voluntad, teníamos pensado titular esta crónica, pero ya se sabe que ese título quedó inservible desde que lo usó Leni Riefenstahl para hacerle la propaganda a los nazis con una película. No se me ocurría otro mejor para abrochar con brevedad lo que pasó el lunes por la noche en El Molinón. Pero si no sirve ese, nos contentaremos con esa "voluntad enérgica" del reverendo Channing.

El partido lo vimos, otra vez, en casa. Un lunes a las ocho y media, ya anochecido, no nos apeteció salir por ahí, en busca de un bar donde tuviésemos que explicarle al camarero que nos gustaría ver un partido que le importaría un bledo a él y a sus parroquianos. Y ya no dejarían de mirarme un poco raro, y con lástima, al verme sufrir con semejante encuentro. 

Jugar un partido de liga un lunes me parece una ocurrencia desafortunada. Una verdadera descortesía. Un partido de liga debe jugarse el fin de semana. Llevar a un equipo a ese primer día de la semana, tan melancólico y venenoso, resulta de una crueldad manifiesta. Cuando ya todos han jugado el suyo, y miran la clasificación pensando en el próximo partido, andábamos nosotros aún sin haber hecho nada. La sensación es parecida a que todos tus amigos pasen de curso y solo te dejen a ti -y a tu contrario- para septiembre. Los tontos de la clase.

Esas murrias, sin embargo, se nos disiparon muy pronto, cuando a los pocos minutos Bernardo, nuestro aguerrido central, cabeceó un balón que venía dibujando una comba muy artística sobre el cielo de El Molinón, y marcó un hermoso gol. Nos está a costumbrando el Sporting, cuando marca, a hacerlo muy pronto. Así lo hizo con el Coruña, con el Betis, con el Espanyol... De pronto, gracias a esos goles madrugadores, nos permitimos imaginar un partido en el que nuestro equipo logrará una victoria abultada, tal vez una goleada gloriosa, y podremos asistir de ese modo a un espectáculo plácido y sin angustias. Pero quien tiene una costumbre acostumbra a tener varias, y entre estas, el Sporting cultiva el que terminen, más pronto que tarde, por empatarle. Esta, más que una costumbre, a nosotros nos parece un vicio. El lunes comenzó siendo lunes, el gol de Bernardo lo convirtió en sábado y el empate lo adelantó a un domingo por la noche. Luego llegó Isaac Sucess, que lo devolvió al lunes de nuevo con un gol maravilloso. El Granada fue, sobre todo, ese jugador, un delantero potente, rápido, poderosísimo. Él y un grupo de tipos marrulleros como hacía tiempo que no veía. Parece mentira que una ciudad tan hermosa tenga un equipo tan feo, pensé, ya definitivamente herido por un tercer gol del equipo nazarí. 

Otro de los hábitos de nuestro equipo es el de comenzar bien, incluso muy bien, para pasar a languidecer buena parte del partido y, cuando ya todo parece perdido -o empatado-, resurgir con una voluntad inquebrantable. Es como si los primeros minutos fuesen de noviazgo, luego todo se convirte en un largo y monótono matrimonio y al final, cuando la relación se encuentra al borde del divorcio y la derrota, renace, de entre las cenizas, aquella llama del amor temprano y todo se vuelve, otra vez, fiebre. En la Coruña fueron Halilovic y Álex Fernández; en Barcelona, un rechace y otra vez Álex Fernández - un jugador al que le suelen quitar el balón con la misma facilidad con que esos aguerridos defensas le arrebatarían un caramelo a un niño, pero al que hay que perdonárselo porque luego aparece donde nadie se lo espera y marca un gol que es el de la victoria-. El lunes fue sobre todo Halilovic, que tras un partido muy gris y perdido, decidió abrir una nueva ruta hacia el área contraria por la banda derecha. La ruta Halilivoc. Por allí consiguó ponerle un pase de gol a Cases, que no falló, y desde allí le puso otro pase parecido a Pablo Pérez, que sí lo hizo. 


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El tiempo se acababa, incluso el de descuento, cuando a los jugadores del Granada les dio por hacer el cafre un ratito, a ver si así se acababa de morir el partido. Al final, los granaínos acabaron furiosos con el árbitro, al que achacaban la responsabilidad del empate por haber alargado el partido más de lo justo. Pero se equivocaban. No fue el árbitro. Fue la voluntad del Sporting por no perder, su resistencia a la derrota, la que encontró el tiempo o lo creó, que diría el reverendo Channing. El tiempo suficiente para que Guerrero, emulando en sus moviminetos a Benzema, recogiese un balón sobre el área, lo acomodase con naturalidad y lanzase un disparo incontestable. 

Y fue así como un empate en casa nos pareció a todos una victoria feliz. 


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